The Irish Road Trip, by Javo
- Brogger
- 8 dic 2019
- 5 Min. de lectura
Actualizado: 19 dic 2019
PRÓLOGO
Si, este va a ser un post tan largo que necesita prólogo. ¿Por qué? Porque si quisiera comprimir mi road trip por la Isla Esmeralda en cinco párrafos le estaría faltando el respeto a este paisito que se robó un pedazo de mi corazón. Voy a intentar de todas formas de ser, no breve, pero sí conciso. Fueron en total 8 días de viaje, pero se sintieron como 8 semanas. Dos días en Dublin y otros seis on the road. Así que este post va a ir saliendo en cómodas cuotas, digamos que serán un día o dos por post.

Este va a ser un post especial por varias razones: primero, porque nunca antes había escrito en un blog. Segundo, no va a tratar de las cosas que hicimos o los lugares que visitamos, sino de Irlanda en sí. Su gente, su clima, su geografía y sus paisajes. Detalle no menor para quienes no me conocen, si bien estoy escribiendo del road trip, Irlanda fue mi hogar durante un año entero. Desde junio del 18 hasta este junio pasado. 362 días donde mi casa era Irlanda. Obviamente esto me hizo conocer el país de una forma que le está vedada a la amplia mayoría de los extranjeros. Me animo a decir que es el país que conozco en mayor profundidad. Además, durante diez meses viví en medio del campo, lo cual me dio una perspectiva que es imposible encontrar en Dublin. Durante todos esos meses casi no tuve contacto directo con hispanohablantes, así que no tuve otra opción que vivir la vida the irish way. Ahora sí, habiendo hecho esta aclaración, vamos a lo que importa.

Irlanda es una isla situada en el extremo nordeste de Europa, básicamente es un montón de piedras donde siempre llueve, el verano dura 15 días y hay más ovejas que personas. A pesar de esto (o ¿Gracias a esto?), siempre se lo nombra en revistas y blogs como a uno de los países mas lindos del mundo y ¿saben qué? es verdad. Sus paisajes van desde acogedores hasta vertiginosos con toda la gama que hay entre medio. Bosques, montañas, acantilados, pueblitos de cuento, castillos, catedrales y monasterios medievales. Es muy chica, la extensión de su territorio es similar al de la provincia de Entre Ríos, y cruzarla de un extremo al otro no lleva más de cinco horas.
Dada su posición en el mapa, Irlanda se encuentra totalmente expuesta al Atlántico, que la envuelve del sur, oeste y norte sin nada que la proteja del clima oceánico. Entonces pasa lo que todos ya sabemos. En Irlanda llueve. Siempre. Llueve desde todos los puntos cardinales y en todas las épocas del año, de manera incesante. A veces diluvia, a veces es una llovizna que dura semanas. Mientras lees este post, en Irlanda está lloviendo. Esto nos lleva al segundo dato que todos conocemos. Llueve tanto, que siempre está verde. Adonde sea que miren, verde. Donde no pueda crecer un árbol o pasto, crecerá musgo y liquen. Siempre dominan los colores fríos: el ya dicho verde de la tierra, el gris del cielo y el azul del mar. No por nada me enamoré de este país, esta es sin duda mi paleta preferida cuando se trata de paisajes. A los que a diferencia de mi, no aman el frío, les tengo buenas noticias.

Los veranos suelen ser bastante agradables y las lluvias merman. No deja de llover, pero sí llueve muchísimo menos. De hecho durante el road trip tuvimos más sol que lluvia. El clima en verano es terriblemente inestable. Amanece con un sol rajante, llueve, sale el sol, vuelve a llover. Sol. Lluvia. Sol. ¿El resultado? Atardeceres con colores fuera de este mundo y una infinidad de arco iris. Sin exagerar, llegamos a ver 5 en un solo día. No por nada está tan atado a la tradición irlandesa. Un valle con paredes enormes en mil tonos de verde, un lago, ovejas comiendo a la orilla. Rayos de sol entreverándose entre las nubes, los dedos de Dios. Y un arcoiris ¿Que tal les suena? Bueno, esto puede ser cualquier rincón del oeste de Irlanda.

El frío y gris de su clima contrasta con su gente. No se ha visto gente en este mundo más alegre y amistosa que los irlandeses. En cuanto mencionaba que era argentino, le seguía una catarata de preguntas. ¿Cómo llegaste acá? ¿Que viniste a hacer? ¿Qué te gusta de Irlanda? y la más importante, que no es pregunta pero no puedo omitirla, have another pint. Si, si sumara la cantidad de pintas que me invitaron personas totalmente desconocidas probablemente sean un par de cientos de euros. Ojo, no piensen que van a tomar gratis, uno siempre debe devolver la cortesía. Y cuidado, nunca sabes qué puede pasar con un irlandés borracho. La mayoría de las veces empiezan a contar historias extremadamente personales, de esas que les contás a tus mejores amigos (eso, si le pueden entender algo de su acento), o cantando arriba de una silla, o peleando contra una columna. La única certeza es que no te vas a aburrir. Para un irlandés, todas las personas del mundo son potenciales amigos y compañeros de aventuras, y quien dice aventuras dice cagadas, porque como buenos duendes en tamaño real les encanta andar haciendo picardías. Extremadamente extrovertidos, cariñosos y pícaros. Siempre me dieron la sensación de ser los más “latinos” de todos los pueblos del norte. Menos para bailar. Sus cualidades en danza son como las de su cocina: nulas.

Como se imaginarán a esta altura, estas son todas historias de pubs. El lugar donde están los irlandeses si no están trabajando o durmiendo y donde quisieran estar mientras trabajan o duermen. Y sí, oscurece a las cinco de la tarde y afuera llueve, ¿qué mejor plan? Los pubs de irlanda son de los mejores lugares que vi en mi vida. Increíblemente acogedores, cálidos y siempre invitando a pasarla bien. En cualquier esquina, en el medio del campo, o donde cruzan los caminos, hay un pub. Muebles viejos, todo cubierto en madera, una veintena de canillas de distintas cervezas de las cuales por lo menos cuatro son de Guinness (así y todo hay cola). una chimenea casi siempre prendida y un escenario donde tres o cuatro señores tocan música. Violines, tambores, mandolinas, flautas. Desde Cranberries y U2 hasta el clásico irish folk, que ellos llaman trad. Todos en el pub saben las letras, todos alzan sus pintas y todos cantan a viva voz. Se me asoma una sonrisa enorme con solo acordarme. Una generosidad y una calidez que jamás había sentido. Mientras afuera llueve y sopla un viento gélido, los irlandeses ríen y cantan como si nada más en este mundo importara.
Sin embargo no todo es risas en la Isla Esmeralda. Los Irlandeses han sufrido como pocos en este mundo. Hambrunas, guerras, invasiones, y todo tipo de miseria. Durante siglos se tuvieron que ingeniar para sobrevivir, incluso millones se vieron obligados a emigrar. Cargan con mil años de historia trágica. Si bien hoy Irlanda es un país pacífico, hasta hace veinte años estuvo sumido en una espiral inacabable de violencia cuyas heridas no han terminado de cerrar. (Podría escribir un post entero de las desgracias del pueblo Irlandés, pero nos desviaríamos demasiado. Si alguien esta interesado puede googlearlo o bien pedirme que le cuente, yo encantado). Creo yo que es por eso que son tan abiertos y generosos. Saben en carne propia lo que es el sufrimiento, y siempre que vean a alguien que necesita ayuda, comida o aunque sea compañía, se la van a ofrecer.

Acantilados, campos y bosques, pueblitos pintorescos, castillos y ruinas. Ovejas y papas. Guisos, tazas de té y mucha, pero mucha cerveza. Caminos angostos siempre serpenteando. Puertas de colores contrastando con cielos grises y una incesante llovizna. Fuegos encendidos, cantos y risas. Abrazos y manos tendidas. Gente de caras pálidas y sonrisas enormes, siempre orgullosos de ser quienes son y haciéndole frente a un mundo que no siempre los quiso. Si llegan, se van a querer quedar. Si se van, van a querer volver. Bienvenidos a Irlanda. O como dicen ellos,
Fáilte
By: Javo Buchanan
Instagram: @javobuchanan
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